Edit Template

Las tres transformaciones del ser

Una de las verdades que resonó con mi ser fue cuando leí “Así habló Zaratustra”, de Friedrich Nietzsche. Aquí Nietzsche a través de Zaratustra nos habla de tres transformaciones elementales, Zaratustra vivió hace más de 3500 años y Nietzsche hace más de 120 años, y dice:

Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.

Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, paciente, en el que habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas.

¿Qué es pesado? Así pregunta el espíritu paciente, y se arrodilla, igual que el camello, y quiere que se le cargue bien.

¿Qué es lo más pesado, héroes? Así pregunta el espíritu paciente, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije.

¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse dela propia sabiduría?

¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas montañas para tentar al tentador?

¿O acaso es: alimentares de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad?

¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que tú quieres?

¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar de si las frías ranas y los calientes sapos?

¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo?

Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.

Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y ser señor en su propio desierto.

Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.

¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? «Tú debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo quiero».

«Tú debes» le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente el «¡Tú debes!».

Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: «todos los valores de las cosas -brillan en mí».

«Todos los valores han sido ya creados, y yo soy -todos los valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún ‘Yo quiero!’». Así habla el dragón.

Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?

Crear valores nuevos -tampoco el león es aún capaz de hacerlo: más crearse libertad para un nuevo crear- eso sí es capaz de hacerlo el poder del león.

Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león.

Tomarse el derecho de nuevos valores -ese es el tomar más horrible para un espíritu paciente y respetuoso. En verdad, eso es para él, robar, y cosa propia de un animal de rapiña.

En otro tiempo el espíritu amó el «tú debes» como su cosa más santa: ahora tiene que encontrar ilusión y capricho, incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de su amor: para ese robo se precisa el león.

Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?

Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.

Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir si: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.

Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.

Así habló Zaratustra” – Friedrich Nietzsche “Así Habló Zaratustra” 1885

Aquí nos habla de tres transformaciones elementales por las que pasa el ser humano, primero es un camello, o lo que hoy comúnmente se le llama borrego o ganado.

El camello es egocéntrico, le gusta demostrar que puede cargar con todo el peso e incluso se arrodilla para que le pongan más peso sobre las jorobas, deambula por el desierto y se mantiene alejado de las montañas, ya que no le gusta ver nada más imponente o grande qué sí mismo, dice que “Sí” a todo, pero es un “sí” insignificante, porque, al no tener la capacidad de decir que no, carece de peso.

Mientras vaga en el desierto, este camello se transforma en león, el león se siente orgulloso de su existencia y se pelea con todo y con todos, se ha dado cuenta de que vivía en un estado miserable como camello y ahora tiene un “NO” rotundo, un “no” a todo, se extinguen las ilusiones de los debes y deberías, y solo queda el querer, la propia voluntad de tu ser, comienza la rebeldía, aunque aún no es capaz de crear nada auténtico, ya se ha liberado, no se mantiene dormido.

Después llega el niño, ahí descubre la belleza de la vida, vuelve a nacer, adquiere un SÍ divino, un sí con poder real y sin falsas pretensiones, un sí que no juzga ni genera resistencia, puede volver a amar, a cantar, a reír, abraza la inocencia y se funde con la existencia. Puede crear en totalidad y sentir felicidad y plenitud en todo lo que experimenta.

Es la segunda niñez, la primera vez llegamos al mundo en ese mismo estado, llegamos puros y felices, pero la sociedad nos impone condicionamientos con tal de pertenecer y nos olvidamos por completo de nuestra naturaleza, a través de ideas y conceptos nos convierten en camellos, unos lindos, obedientes y angustiosos camellos, es por eso por lo que las transformaciones son algo que resonó muy profundo conmigo.

Cuando vuelve el niño, regresa la inocencia y la pureza, pero ya no está indefenso, tiene al león para protegerlo y recuerda bien la experiencia del camello, ya no es propenso a condicionamientos y poco le importan las ilusiones de camellos, solo quiere más niños para poder jugar con ellos, crear algo en totalidad y divertirse juntos.

© 2024 Edgar Bravo Internacional. Todos los derechos reservados.